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kola85 – :
Tabú de Dana, Aromatics Elixir de Clinique, Opium YSL (versión vintage, se entiende, no esa cosa aguada que venden ahora), Miss Dior (el original, no esa usurpador de su ilustre nombre anunciado a troche y moche con el rostro de Nathalie Portman), Cabochard de Grès, Ma Griffe Carven…es fácil saber por qué tan bellos perfumes son tan sumamente odiados en estos tristes tiempos de democratización de la mediocridad, ésos en que las películas malas como Plan 9 del Espacio Exterior o Manos se convierten en obras de culto, en que Paquirrín y Belén Esteban tienen legiones de seguidores y la restauradora del Ecce Homo de Borja es una figura mediática. Y es que estos perfumes no son para todo el mundo. Son para gente con carácter, personalidad, inteligencia, gente que está al margen de modas y de tendencias y que busca la calidad y la verdadera belleza por encima de todo. Gente artística, no trendy. De todos los bellos perfumes vintage del pasado, éste Ma Griffe, uno de los primeros florales verdes (familia que comprende retoños tan ilustres como Chanel nº 19, Vent Vert de Balmain, Silences de Jacomo o Private Collection de Estée Lauder) es de los menos conocidos, de manera absolutamente injusta. Pensada originalmente para una mujer joven, una debutante (¡cuán equivocada suele ser la expresión “olor a señora mayor” que se oye tan a menudo asociada a fragancias clásicas!), Ma Griffe sería una de las precursoras de esas fragancias verdes y achipriadas que tanto furor hicieron en los 70, con nombres como Eau de Lancôme, Eau de Rochas y Eau de Lancaster, entre otras. Hoy es quizá el más juvenil y llevable de los perfumes de su época. Verde, crujiente, algo angulosa, de una belleza inusual y con carácter, pero siempre elegante. Con un punto de picardía sin perder jamás los buenos modales y la corrección. Entre las legiones de horribles fragancias de celebrities, de fruitchoulis, de gourmands pretendidamente adolescentes, hace pensar en una joven Katherine Hepburn en medio de las Beyoncés, Lady Gagas, Britney Spears, Hanna Montanas y demás: una joven Kate Hepburn vestida de blanco, con un gran sombrero de paja, y a punto de salir de picnic, algo así como Historias de Filadelfia o La fiera de mi niña.
La versión actual, en el bonito y sencillo frasco de farmacéutico antiguo, se parece mucho al jugo que estaba disponible a finales de los ochenta: elegante, chic, con un innegable toque retro. La última reformulación considero que ha devuelto gran parte de su carácter original a un perfume que ya había sido masacrado por malas reorquestaciones, aunque ya no tiene la potencia de antaño, y el sillage la duración dejan que desear. Recomiendo encarecidamente probarla.