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myhajlyk – :
Christian Lacroix era otro gran clásico en potencia que por desgracia, descatalogaron demasiado pronto (parece que Lacroix, pese a haber lanzado algunos perfumes excelentes, no tiene suerte con sus fragancias: C’Est La Vie y Bazar corrieron parecida suerte, y me parece que ahora mismo no se comercializa ningún perfume con su nombre, al menos en España).
Sospecho que simplemente no apareció en el momento adecuado: a finales de los noventa lo que se imponían eran los perfumes acuáticos y ozónicos y no los florientales dulces como la fragancia que nos ocupa. De haberse lanzado en los ochenta, habría sido un gran éxito.
Creo que las notas que vienen en Fragrantica no están correctamente listadas. Era una fragancia de flores blancas y notas dulces, con la tuberosa, el ilang ilang y el heliotropo como notas principales sobre una fuerte base ambarada con toques de cilantro y tonca. La perdurabilidad y el sillage eran excelentes.
Quien nunca haya tenido un frasco y una caja en la mano nunca se hará una idea cabal de la belleza extrema de éstos. Una escultural caracola de cristal grueso y textura ligeramente irregular. Una caja forrada de moaré escarlata con una etiqueta blanca con un dibujo en relieve, que hacía pensar en la extravagante escenografía de una ópera del siglo XVIII. Eran verdaderas obras de arte. Ya no los hacen así.
Era un perfume suntuoso y elegante, pero con un algo extraño, tanto en el olor como en la presentación. Había algo en este perfume que me evocaba historias románticas, misteriosas y bizarras. El castillo de la Bestia (en la versión de Jean Cocteau de La bella y la Bestia) con sus extrañas gárgolas, sus enigmáticos jardines, sus candelabros en forma de manos saliendo por las paredes, sus muebles y estatuas que cobraban vida, y por todas partes pequeños detalles desasosegantes. El caprichoso refugio subterráneo del Fantasma de la Ópera (particularmente en la miniserie de 1990), un personaje unas veces divertido, en alguna ocasión inquietante, a veces trágico y siempre profundamente romántico, y que guardaba en su guarida -un mundo de fantasía de su creación- suntuosas colecciones de disfraces y excéntricas máscaras.
A día de hoy, son muy pocos los perfumes en el mercado que verdaderamente me hagan soñar como aquellos.