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bullbulator – :
No sabía que habían subido la ficha.
Esta fragancia es uno de mis “unicornios azules”, una de esas fragancias descatalogadas o difíciles de conseguir, que en una época uno lo conseguía hasta en un mercado (no exagero, yo lo compré en un automercado de la Isla de Margarita, hacia finales de los años 80…!!!). Hoy es una joya extinta.
Pero siento pena al no poder hoy analizarla (por fortuna quien me precede, ha hecho un análisis, que considero serio y profundo), dado que hace siglos que ya no la tengo, y solo tengo el vago recuerdo de que la amaba!!!.
BladeMix – :
Esto sí que es una sorpresa, descubrir un clásico así como así, un perfume discontinuado que se vende a pastizales absurdos por Internet… bueno, “clásico” exactamente no lo es, pero sí, por lo que veo, altamente apreciado entre aquellos que lo probaron entonces y quienes logran hacerse hoy día con una botella vintage.
Borsalino es una fragancia prototípica de principios de los 80, completamente hija del año que la vio nacer, 1984, eso sí, con sus propias particularidades.
Lo primero que me ha llamado la atención es el vaporizador, jamás me he encontrado con uno igual. Cuando aprietas con el dedo, deja escapar una nube de perfume en un pequeño radio, formada por gotitas flotantes, y solo se detiene si dejas de apretar. Un detalle estupendo, la verdad, que añade una especie de ceremonial de finura.
El perfume en sí empieza espectacular, en el sentido de calidad: absolutamente herbáceo, ahumado y maderoso, con una fuerte presencia del sándalo, recuerda imágenes de parques otoñales y bosques adormecidos. Se nota que está muy bien compuesto y que los componentes son de calidad. De hecho, hoy día me parece muy difícil encontrar este tipo de calidades, si no es en el nicho. Impresionante, vaya.
El secado es delicioso, y va perdiendo con las horas su lado más herbal para evolucionar hacia un aroma terroso-musgoso-cuero-sucio-masculino muy del estilo de Antaeus o Yatagan, supongo que os podéis hacer una idea.
Su duración está claro que es de otra época. Dura todo el día. Es más, dura también el día siguiente. Con la misma intensidad. Si no eres muy fan de este estilo, te puede llegar a agobiar.
Sin embargo, Borsalino desmiente otra vez la afirmación de que “todos los perfumes de los ochenta tenían una proyección brutal”. En este caso, no es así, y no lo es ya de entrada. La proyección de Borsalino es extremadamente discreta, casi que solo vive a ras de piel, muchísimas horas, pero discreto y callado. Por un lado, no me extraña: la composición es tan delicada, fina y compleja que si se amplificara no sería igual, de hecho, sería “uno más”.
Para mí, hablando de perfumes, la duración es una obligación y la proyección, una necesidad. Pero con Borsalino estoy dispuesto a hacer una excepción. Le he pillado cariño. Entiendo por qué no proyecta más, y lo compensa con una duración estratosférica. Es, casi, un estado de ánimo, una firma personal, y me ha gustado tanto como para no arrepentirme de ponerlo a la venta antes de estrenarlo.
Otras veces lo he hecho: en mi continuo brujulear en busca de perfumes raros y descatalogados, a veces resulta que los encuentro. Y en ocasiones los he vendido. Y me rompe el corazón haberlo hecho. Siempre me arrepiento. El dinero a veces se tiene y a veces no, pero lucir en tu colección un mito de otros tiempos, no tiene precio. Así que atesoraré este Borsalino con mimo, hasta que su maravilloso, poético, deslumbrante vaporizador expulse la última nube de tan preciado jugo.
Nota: 10/10