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semennvu – :
Junto con Wrappings de Clinique (al igual que éste, estúpidamente descontinuado, al menos en la mayoría de los países) era quizá el perfume más bello, más serenamente majestuoso, más silenciosamente imponente que he olido jamás.
Las notas de Fragrantica sospecho que están incorrectas. Contenía hibisco, una flor de aroma rosado muy suave y madera de Kyara, un tipo de incienso de la familia de los agálocos o oudhs, ahora tan de moda, con una larga tradición de uso ritual y cortesano en el Japon.
El Zen actual es un perfume elegante y suntuoso, bien construído, pero demasiado genérico. Orbita alrededor de Cocó Mademoiselle y Miss Dior (nuevo), y se nota. El Zen de 2000 no se parecía a nada que yo hubiera olido antes o después.
Era un perfume blanco, como su envase (y en términos cromáticos es que lo voy a intentar describir, puesto que es muy difícil traducir en frías palabras una tan inefable belleza). Evocaba blancura, blancura translúcida y evaniscente y al decir esto, hablo del blanco tanto como la serenidad absoluta, como el espacio, y el silencio necesarios para que una obra de arte se desarrolle. El silencio que brota unos instantes antes de comenzar un concierto de cámara. El blanco del papel preparado para recibir un dibujo o una acuarela. El blanco de un bloque de mármol antes de ser esculpido. El de una pantalla de cine antes de que en ella se proyecten imágenes (en blanco y negro, o tonos sepia, preferiblemente). Era verdaderamente zen y verdaderamente oriental: evocaba las pinturas en tinta china de la antigua China y el antiguo Japón, la austeridad refinada de la ceremonia del té o de los arreglos Ikebana. No había en él nada chirriante ni llamativo, y sin embargo, esa depurada sencillez llamaba la antención.
Zen abría con un soplo aéreo y húmido, que hacía pensar en un tradicional jardín japonés de musgo, a la orilla de un lago, a la hora del crepúsculo, con la luna reflejándose serenamente en las aguas. Era el olor más evocador y perfecto a musgo húmedo que podría imaginarse. Le seguía un suave y discretísimo corazón floral, igualmente verde, pero con matices rosados y blancos. Imagínese el lector un ramo de flores blancas con capullos ligeramente rosas y tallos de un verde tierno. La genciana, con toques muy suaves de azucena, parecía ser la nota principal. Quizá tenía toques de rosa y de flor de loto.
El fondo era más oscuro. Pero su negrura no era desordenada ni amenazante. Resultaba sobria y serena, con una cualidad acogedora. Más que negro, era quizá una combinación de tonos sepia. Aparentemente sin pretensiones pero elegantísimo. El musgo de Zen no era ni seco ni amargo como pudiera ser el de Aromatics Elixir, y en sus notas finales se venía a realzar por el vahído de la madera de Kyara: un olor como de agáloco, pero sin esa nota sudorosa que suele tener, con un toque dulce, que hacía pensar en leche y en vainilla, y de una fuerza serena. ¡Belleza, poder y belleza, fuerza y delicadeza!Todo ésto y más era Zen, perfume aéreo en apariencia, sensorialmente acuoso (más que acuático) y casi telúrico en su resultado final.
Señores de Shiseido, no sé a qué esperan. Olvídense de la muy mediocre línea Ever Bloom y resuciten de entre los muertos a esta belleza absoluta.